(Patti Smith en La Casa Encendida)
Se salió Patti. Y no lo tenía fácil. En un lugar tan impersonal y frío como La Casa Encendida, con un público en el que predominaban petardas gestoras culturales de falda laquemepongosiempreenlasinauguraciones y aforo a menos del 50%. Inauguraban una exposición sobre Arthur Rimbaud (Vida y hechos de Arthur Rimbaud) y en la invitación se leía Lectura de poemas por Patti Smith. Yo, como buen rabioso que soy, pensaba “uy, saldrá, recitará un par de poemas cortos y a cobrar”. Qué guapo que estoy callado a veces… Aunque para guapo el Arturito... Mirad, mirad:

Si fui fue porque María y Doménico me invitaron y porque Dani, un nuevo amigo, tenía aún más ganas que yo de ir. Después de recorrer la exposición –pequeña pero matona- y de ver a Patti salir y entrar de la sala un par de veces con ojos de pato asustado (luego entenderíamos que era sólo emoción), nos juntamos en el patio 30 o 40 personas. Supongo que muchos, al recibir la invitación, fueron tan mal pensados como yo…
Patti Smith supo demostrar cantando y leyendo que Rimbaud no es un escritor que le gusta. Es mucho más. Forma parte de ella. Y eso me conmovió. Se escucharon versos del homenajeado, claro, pero mezclados con textos varios y canciones unidos todos ellos… ¿por qué? Por una potente sensación de que es posible comunicarse a través de la arte, de que a veces el orden de los siglos salta por los aires (el XIX va después del XXI) y de que un hombre solo escribiendo puede llegar más lejos que ninguna otra fuerza en el mundo.

De allí salimos engrandecidos. Luego hubo cigarros, charla, chopitos, revuelto de champiñones, luna llena y un beso en Neptuno. Y es que ya lo dijo ella en el escenario: Be careful…
Viva Rimbaud (¡Arthur, Arthur!, gritaba Patti), viva la Smith y viva toda esa gente nueva que aún se nos cruzará por el camino.