Para mí, al menos por ahora, y si ninguna buena resurrección lo repara, se han muerto. Los pongo por orden de gusto personal y de descubrimiento del cadáver. Creo que aún no me he repuesto del disgusto que me supuso, aunque a él le siguieron las carcajadas, ver Caótica Ana, la última de Julio Medem, que desde aquel día pasó a denominarse para mí Caótica Caca o, en su defecto, Caótico Ano. Os lo prometo: me resulta difícil decir Caótica Ana, siempre me sale lo otro. Cuesta entender que el mismo que logró ese cuento contemporáneo de amor intenso como Los amantes del círculo polar, o la en muchos sentidos fantástica La ardilla roja, perpetrara un cúmulo de sandeces cursis y redichas como el de la citada caótica. Puestos a buscar razones, uno diría que tal vez es la implicación sentimental con la historia (se trata de un homenaje a su hermana muerta) lo que le impidió separarse de su obra y darse cuenta del despropósito. Pero algo le pasa a Medem. La pelota vasca, su incursión en el documental, no pasaba de ser un reportaje largo de Antena 3, con momentos de lirismo supuestamente más "de autor", que desgraciadamente, eran lo peor.
El mismo día de su estreno en España acudí contento a ver My Blueberry Nights, la última película de Wong Kar Wai (que es, por cierto, de 2007). In the mood for love es, a mi juicio, una película perfecta. 2046 puede pasarse de críptica y pretenciosa, pero me gusta que algo no acabe de convencerme por lo que le sobra, más que por lo que le falte. La inocencia bruta de Happy Together, la sorpresa de Chungking Express... y ahora esto, la aventura americana del hongkonés, del que uno podría pensar que ha llegado a la conclusión "EEUU = espectador retrasado". Claro que hay imágenes de enlace entre escenas que dejan sentir su firma, claro que el empleo de los temas musicales es interesante, pero por Dios, no nos cuentes de nuevo la road movie de dos chicas que se buscan a si mismas, ni lo del camarero ideal, ni la explosión dulce de los dulces yanquis... Me aburre y me entristece esta cinta. Ninguno de sus personajes pasa de la anécdota, ninguno trasciende la trama, ningún diálogo sorprendería en un anuncio de perfume...
El tercer ídolo roto, aunque éste no me ha supuesto tanta sorpresa, es Alberto García-Alix, del que aún se puede visitar una gran retrospectiva en el MNCARS. ¿Justifica la gran etapa artística de un autor todo lo que haga después? Visto lo visto, parece que sí. Toda la carne que se siente aún caliente al contemplar sus fotos de los 80 y 90, todos esos relatos mudos en blanco y negro, el escupitajo que muchos de sus retratos lanzan desaparece en su producción actual, que en algunos momentos se acerca peligrosamente a las ilustraciones de un libro escolar de religión (si es que aún existen). No basta con ponerle un titulo "profundo" a una foto para darle sentido. Su galerista, Juana de Aizpuru, estará encantada de que siga fotografiando, pero el arte sería más respetable si todo hubiese acabado a finales de los 90.
Me encantaría, os lo aseguro, ser testigo de la recuperación de estos tres maestros. Pero por si acaso, prefiero dedicarles más a tiempo a, por ejemplo, Lucrecia Martel, Rafa Cortés, Cesc Gay o Bleda y Rosa, por decir otros nombres...
Espárrago y caléndula
Hace 15 horas