domingo, 28 de diciembre de 2008

Tres genios han muerto: Medem, Wong Kar Wai, Alberto García-Alix

Para mí, al menos por ahora, y si ninguna buena resurrección lo repara, se han muerto. Los pongo por orden de gusto personal y de descubrimiento del cadáver. Creo que aún no me he repuesto del disgusto que me supuso, aunque a él le siguieron las carcajadas, ver Caótica Ana, la última de Julio Medem, que desde aquel día pasó a denominarse para mí Caótica Caca o, en su defecto, Caótico Ano. Os lo prometo: me resulta difícil decir Caótica Ana, siempre me sale lo otro. Cuesta entender que el mismo que logró ese cuento contemporáneo de amor intenso como Los amantes del círculo polar, o la en muchos sentidos fantástica La ardilla roja, perpetrara un cúmulo de sandeces cursis y redichas como el de la citada caótica. Puestos a buscar razones, uno diría que tal vez es la implicación sentimental con la historia (se trata de un homenaje a su hermana muerta) lo que le impidió separarse de su obra y darse cuenta del despropósito. Pero algo le pasa a Medem. La pelota vasca, su incursión en el documental, no pasaba de ser un reportaje largo de Antena 3, con momentos de lirismo supuestamente más "de autor", que desgraciadamente, eran lo peor.


El mismo día de su estreno en España acudí contento a ver My Blueberry Nights, la última película de Wong Kar Wai (que es, por cierto, de 2007). In the mood for love es, a mi juicio, una película perfecta. 2046 puede pasarse de críptica y pretenciosa, pero me gusta que algo no acabe de convencerme por lo que le sobra, más que por lo que le falte. La inocencia bruta de Happy Together, la sorpresa de Chungking Express... y ahora esto, la aventura americana del hongkonés, del que uno podría pensar que ha llegado a la conclusión "EEUU = espectador retrasado". Claro que hay imágenes de enlace entre escenas que dejan sentir su firma, claro que el empleo de los temas musicales es interesante, pero por Dios, no nos cuentes de nuevo la road movie de dos chicas que se buscan a si mismas, ni lo del camarero ideal, ni la explosión dulce de los dulces yanquis... Me aburre y me entristece esta cinta. Ninguno de sus personajes pasa de la anécdota, ninguno trasciende la trama, ningún diálogo sorprendería en un anuncio de perfume...


El tercer ídolo roto, aunque éste no me ha supuesto tanta sorpresa, es Alberto García-Alix, del que aún se puede visitar una gran retrospectiva en el MNCARS. ¿Justifica la gran etapa artística de un autor todo lo que haga después? Visto lo visto, parece que sí. Toda la carne que se siente aún caliente al contemplar sus fotos de los 80 y 90, todos esos relatos mudos en blanco y negro, el escupitajo que muchos de sus retratos lanzan desaparece en su producción actual, que en algunos momentos se acerca peligrosamente a las ilustraciones de un libro escolar de religión (si es que aún existen). No basta con ponerle un titulo "profundo" a una foto para darle sentido. Su galerista, Juana de Aizpuru, estará encantada de que siga fotografiando, pero el arte sería más respetable si todo hubiese acabado a finales de los 90.


Me encantaría, os lo aseguro, ser testigo de la recuperación de estos tres maestros. Pero por si acaso, prefiero dedicarles más a tiempo a, por ejemplo, Lucrecia Martel, Rafa Cortés, Cesc Gay o Bleda y Rosa, por decir otros nombres...

sábado, 13 de diciembre de 2008

"Cerrar los ojos es perder" y Lisandro Aristimuño

Desaparecí durante un mes, es verdad, y no quise que así fuera, pero uno no siempre domina sus actos. Me costó volver, para qué voy a engañarme. Seguramente, seguro, un mes no es nada en 34 años, pero resultó que sí. Pasé dos semanas temblando de frío cuando regresé, con la ropa de invierno aún guardada en cajas y una sudadera gris como único abrigo. Luego arranqué, casi acabé un encargo de trabajo que tenía pendiente (el que empecé en ese departamentito de Palermo) y hubo unos días, pocos, de tranquilidad, hasta que me vi envuelto en un remolino de trabajos que me ha tenido abducido desde el 1 de diciembre hasta hoy, y ahí seguimos. Pero es sábado ahora, estoy un poco resfriado y hace frío, así que volví a mi Semana.

Y lo hago contándoos mi último descubrimiento musical. Es bonito eso de traerse cosas en la maleta e irlas descubriendo poco a poco. Me lo recomendaron con buen ojo varias personas que iban viendo mis gustos por allí por Argentina y Chile. "Te va a gustar Lisandro Aristimuño." Y me gustó. Bastante al escucharle en su myspace, pero le entendí bien en directo, la noche del 7 de diciembre en la Sala Costello. Se hace extraño ir a un concierto solo, pero no encontré a nadie que quisiera acompañarme, y esta vez sabía que no podía desaprovechar la ocasión por esa pequeña vergüenza que da verse uno entre pandillas y parejas. Le entendí bien, pero me cuesta explicar lo suyo.

Lisandro es un cantautor (si esto fuese el juego aquel del Quién es quién, aquí ya serían muchos los que habrían dejado de leer) que experimenta con los sonidos grabados de su propia voz creando hipnóticos loops, un buen letrista (Estoy cansado, pero no vencido. / Anestesiado, pero no dormido. / Estoy mareado, desaliñado, enamorado / del arbol caído) y, quizá ahí esté el punto diferenciador, tiene un fondo de música folclórica, de canciones que hablan de ríos, hornos de barro, tendales y montañas, de ritmos de fiesta patronal (aquí es cuando ya han caído casi todos en el jueguecito las caras) que para mí le hacen grande. Esto último fue lo que entendí bien esa noche, y lo que me hizo saber que ya me había enganchado. "Cuidado, te vas a enamorar de Lisandro... es casi inevitable", me advirtió Natalia G. No me enamoré, pero me inyectó energía encontrar una música que intuyo me acompañará tiempo. Por cierto, durante el mes de enero actuará varias noches en El Búho Real. Por allí estaré, claro. Aquí os lo dejo. Una en directo, que en Madrid sonó casi a ceremonia tribal, y un vídeo con una canción preciosa. Las tiene más urbanas y modernillas, pero son éstas las que más me emocionan. Si a alguno le gusta, yo que me alegro.