martes, 19 de febrero de 2008

Fidel Castro renuncia a la presidencia y al puesto de comandante en jefe de Cuba

"FIDEL CASTRO RENUNCIA A LA PRESIDENCIA Y AL PUESTO DE COMANDANTE EN JEFE DE CUBA."
(El País, 19/02/08)


No sabía si encabezar el post con el titular cubano o con esa canción que a Planetote y a mí (y no sé si Música la conoce) tanto nos gusta: Todo en un día / todo a la vez / así no puede ser… A final me decanto por el otro, que es más mediático. A veces mi alma de periodista brota inesperada. ¿Será ella la que me lleva siempre a donde está la noticia? Me encontraba en Suecia este verano cuando se murió Ingmar Bergman. Dos meses después del 11-S en pleno Manhattan. Y ahora esto… Porque sí, queridos míos, sé que esto producirá densas envidias hacia mí, pero el viernes que viene dormiré en La Habana. Y hasta el jueves siguiente.

Ni me ha tocado la lotería ni soy la nueva Marujita Díaz. Este año la feria del libro de La Habana se la dedican a Antón Arrufat, y como edité un libro suyo para la colección BlowUp Novelas Cortas, va el hombre y me suelta en un email hablando de la citada feria: “si te place te hago invitar”. Como comprenderéis, me place. Aunque uno es tan subnormal que tardó dos días en responder, después de haber aparcado el asunto poseído por un pensamiento: “no, tengo demasiado trabajo, no puedo irme ahora, qué pena”. Pero hasta lo más subnormales recapacitamos…

Total, que para Cuba me voy. Pero como cantan Chico y Chica, “todo en un día, todo a la vez”. Esta mañana, mientras me duchaba, dedicaban en Radio 5 un especial a Fidel Castro. “Se ha muerto”, pensé primero. Qué alma revolucionaria más chunga tengo, oye. Que no. Que ha renunciado a seguir siendo presidente. Ya podía haberlo hecho hace unos años, pero bueno. Algunos dicen que su hermano, quien realmente gobierna desde hace meses, es más temible que Fidel. Otros hablan de un nuevo periodo democratizador que se abre…

Sea como sea, ahí voy yo, en un día en el que la cabeza me explota y el cuerpo me funciona al 50% por culpa de una gripe muy inoportuna. Y un día después de ver de nuevo Fresa y chocolate. Volví a disfrutarla como lo que es, un impresionante diálogo entre dos hombres buenos que hacen la revolución cada uno a su manera. El mundo de las casualidades surge una vez más al ver que en los agradecimientos, que no son muchos, aparece destacado un nombre: Antón Arrufat. Todo en un día…

Por si no escribo antes de marcharme (lo que no me extraña, porque tengo que hacer mil cosas todavía antes de irme), ¡brindaré por los amigos de La Semana Fantástica con un mojito!

lunes, 11 de febrero de 2008

Local disponible. 91 578 23 00

"LOCAL DISPONIBLE. 91 578 23 00."
(En la calle Alberto Aguilera)


Nostalgia del desfase, eso es lo que siento a veces. Paseaba hace un par de días por Alberto Aguilera y me dio el pinchazo, el pellizquito que diría La Más Grande. Hace unos años, a La Semana Fantástica le gustaba pasar las mañanas de domingo rodeado de lo mejor de cada casa (sus amigos) y, un poco más allá, en el siguiente círculo concéntrico, de lo peorcito de las demás casas… Lo que es un after hour, vamos. Los había de esos de “a ver qué pone en este flyer, pues para allá que vamos”. Estaba el Space, el after por antonomasia. Estaba el Opium, allá por Manuel Becerra, quizá mi preferido, por la mezcla de gente llegada de cualquier barrio chungo, modernos perdidos y bastante horterismo. Y el Steel, que tenía de bueno:

-no obligarte a la ruina con el taxi (a esas horas el metro es un castigo),
-una decoración entre El laberinto del fauno (aunque aún no la conocíamos… ¿será que Guillermo del Toro también lo frecuentaba?) y una falla valenciana,
-y un ambiente lo suficientemente mezclado y al límite de la vergüenza ajena como para sentirse cómodo.

Pocas cosas tan democráticas como un after hour. El pijo inagotable pisa al bakala de chándal recién estrenado. La tímida que ha perdido toda timidez por culpa de eso que le ha dado su amiga comparte retrete con una mariliendre que apenas se sostiene en sus tacones del Stradivarius, también conocido como el Strafalarius. El moderno de profesión roza cadera en un sofá que por favor no enciendan las luces y vea cómo está con un cuarentón que celebra su salida de la clínica de desintoxicación whisky en mano. Basado en hechos reales… Os lo aseguro.

Esta nostalgia del desfase regresó hace un par de días al pasar por lo que un día fue el Steel y ahora es esa puerta con un teléfono por si alguien quiere llamar para abrir un Starbucks o similar.

Que no es que yo quiera volver a esa época, no, clarito lo tengo, cada cosa en su momento, y ahora no van por ahí mis tiros. Pero uno no es de piedra, sino de carne y memoria, y se pone nostálgico, coñe.