miércoles, 30 de abril de 2008

De que acabe el invierno

"...DE QUE ACABE EL INVIERNO..."
(El bello verano, Family)

Conecto el iPod a los altavoces y le doy a "sesión aleatoria". Puede salir cualquier cosa, pero salta Family y canta lo de Tengo ganas de fiesta /de acabe el invierno /de volver a nadar en el mar…

Ganas de fiesta la verdad es que no tengo (de hecho estaba invitado ayer a la fiesta despedida de Fama…y no fui; sí, fantásticos míos, he estado enganchado a ese programa todas las siestas), pero de que acabe el frío y volver a nadar en el mar, muchas. Por eso me marcho mañana por la mañana camino de Almería. Un puente como el que tenemos en mayo en Madrid (el 2 es la fiesta de la comunidad, por lo del cuadro ése de Goya) es un simulacro de verano. A menudo es la primera vez que se saca el bañador, las cremas (¿llevo de 8?, ¿de 4?), los aftersunes y las chanclas.
Un clásico...

Sólo me queda destender la ropa que hoy puse, decidir qué libro me llevo (Nocilla dream está a medio acabar…habrá que meter otro), comprobar que la cámara tiene batería…y a la playa.

Por un momento he pensado ¿me llevo el portátil? ¿qué hago yo sin Semana Fantástica hasta el lunes por la tarde, cuando regreso? Menos mal que a uno le quedan dos dedos de inteligencia… Y es capaz de superar esa separación.

Cuídense, fantásticos míos. Nos vemos a la vuelta. Si es posible, hagan un simulacro de verano, y abrácense a lo más bonito que tengan cerca.

lunes, 28 de abril de 2008

Camisetas

CAMISETAS
(El apetito, Luis Muñoz)

Se cambiaron la ropa entre los dos
en los primeros días.

La camiseta negra con los dioses aztecas
recuerdo de un museo,
por el jersey fino de pico
de listas amarillas veteadas de azules.

El polo añil gastado de hacía cinco años,
por el blanco de seda, como alado y de puntos,
de cuello blando y grande.

Era como un abrazo ceñido y vaporoso.
Acostumbrar tu piel al tacto de la suya,
imponerlo al salir como una caricia.

Si se encontraban solos en citas agridulces
con antiguos amantes,
la dulzura del otro
soplaba en el tejido.
Si se encontraban lejos como una sombra débil
al borde de las sombras,
el otro aparecía como una fortaleza.

Era la afirmación que siempre les faltaba,
el toque permanente de alerta en sus afectos.
Y, eso sí, no escucharon que nadie les dijera:
los hilos de la tarde se cosen sin la tarde.


(Me vais a perdonar que esta vez no diga nada... Esto es un regalo. Algo que debió ser hace unos días, y no fue, y ahora es. Va por usted, Mr. Greek, en su día. Y para todos los demás... Nunca viene mal un chute de poesía como ésta, ¿no creéis?)

martes, 22 de abril de 2008

Ocho de la mañana

OCHO DE LA MAÑANA
(El apetito, Luis Muñoz, 1998)

Le miro cómo duerme enredado en la sábana.
La esponja del descanso le borra los sentidos.

Deja pasar dos planchas moteadas de luz
la ventana entreabierta,
picotea en el borde de un tiesto de geranios
un gorrión tremante
con ojos de cabeza de alfiler
y el picoteo se hace
del ritmo de una frase inquisitiva.

Pero no se despierta.
Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes
y me atrapa al volverse alzando una rodilla.

No sé si formo parte de su sueño.
Querer es una escala y no sé si alcanza al sueño.


Hoy sólo podía escribir (¿responder?) con poema. Curiosos los textos que durante un tiempo significaron algo, para luego componer otro relato, y más tarde significar una nueva historia. Querer es una escala y no sé si alcanza al sueño. Un verso de ésos que se me han quedado grabados en la memoria desde la primera vez que lo leí. Porque cuando algo verdadero se dice de esa manera, rompe.

Hoy quiero dedicárselo a quien sepa entenderlo. Querer es una escala.

domingo, 20 de abril de 2008

Era guapa. Pero no sabía qué hacer con tanta belleza

"ERA GUAPA. PERO NO SABÍA QUÉ HACER CON TANTA BELLEZA."
(Ben Kingsley en Elegy, de Isabel Coixet)

Me gustan las películas de amor, como a todo hijo de vecino que tiene dos dedos de corazón. Que me cojan ese órgano que bombea sangre y lo aprieten hasta que le cueste respirar. Hay una teoría que sobrevuela los miedos de muchos de nosotros: ¿tiene la culpa el cine de que nos creamos cierto concepto del amor? ¿Es éste falso? Yo, a diferencia de lo que muchos de mis amigos puedan creer, no lo tengo claro.
Ayer fui a ver Elegy, la nueva de Isabel Coixet. Superé el prejuicio de tener a Penélope Cruz (en adelante “la Pene”) en pantalla como protagonista en la película de una directora que me gusta bastante, y fui. Pero la historia que allí vemos es leve, muy leve. No con esa levedad verdadera que tiene por ejemplo Icíar Bollaín en sus películas, sino con la suavidad de un anuncio de perfume. Y yo no voy al cine a ver anuncios…

Pero no penséis que me ha horrorizado la película, no. Me lo pasé bien, y la última media hora es buena, bastante buena, cuando la historia ya se encarrila hacia el verdadero tema del libro de Philip Roth (El animal moribundo) en el que se basa: la muerte. Elegy habla de esto y de la vejez, que es casi lo mismo. Por eso pongo esta foto, y porque estos dos actores son lo mejor de la película (ella es Patricia Clarkson) y porque no sabía cómo arreglármelas para no ver a la Pene en La Semana Fantástica.


Lo que yo quería decir, después de esta parrafada de Antonio Gasset de pacotilla, es que ayer la película estaba en el patio de butacas. Hay otra teoría, a la que sí me someto totalmente, y es la de los huecos, que Belén Gopegui contaba en La escala de los mapas. Existen huecos en los que podemos cobijarnos y ponernos a salvo de lo que nos aterra. Yo, desde el viernes, no he andado muy fantástico, ya os contaré mañana o pasado por qué. Pero ayer crearon un hueco para mí en la butaca, y lo sentí. Sonaba una de las canciones de amor más bonitas que se han escrito: Dance me to the end of love. A pesar del frío húmedo de la lluvia madrileña, llegué a pasar calor. Casi sobraba la camiseta.

miércoles, 16 de abril de 2008

Todos os dias te espero / Todos os dias me faltas

"TODOS OS DIAS TE ESPERO / TODOS OS DIAS ME FALTAS."
(Fado menor, Ana Moura)

Canta Ana Moura por ese nuevo altavoz que corona mi salón desde el viernes pasado, el viernes en el que dejé mi empresa. Yo que pensaba contaros estos primeros días de mi “nueva vida” (me encanta llamarla así, porque así la siento) con la banda sonora de The Divine Comedy y ese temazo que, sunion lo sabe, es una inyección de energía (Tonight We Fly), y aquí me veis, dejándome mecer por ese dolor suave que siempre es un fado. Y fijaos, lo que pensaba que era un poco inapropiado, me doy cuenta de que es todo lo contrario. Porque sí, es algo cercano a la euforia lo que siento estos días, pero si he dado el salto ha sido por momentos como éste: música suave empapando los rincones de mi piso, una luz agradable e indirecta de flexo sobre el teclado, y el sonido de las teclas, ese repiqueteo que siempre me ha hipnotizado.


Quiero presentaros uno de los símbolos de esta nueva vida. Mi taza inteligente. Me la compré con Roci hace un par de semanas. Es un invento de éstos de diseño italiano que me fascinan. Una taza de formas redondeadas, sin recovecos absurdos que sólo sirven para acumular porquería, con un recipiente interior que tiene unas rajitas en la base para que el agua se filtre. Pones el té en el interior, y cuando está hecho, le quitas esa tapa de cristal que cubre la taza, sacas el recipiente interior y le das la vuelta a la tapa, que se convierte en un platito para poner esa pieza interior con el té que sobra… No me digáis que no es de aplauso.

No sé si me entendéis. Pero por cosas como escribiros mientras el té se va posando en ese recipiente, quise cambiar de vida.

lunes, 14 de abril de 2008

Tonight We Fly

"TONIGHT WE FLY"
(The Divine Comedy)

Mucha tela es lo que os tendría que contar. Desde el viernes hasta hoy lunes he vivido mucha tela, intensos días éstos. Voy a dejar el de hoy, el primero de mi nueva vida, para contarlo mañana o pasado…

Y es que el viernes fue mi último día en La Fábrica, donde he trabajado los últimos 8 años. Yo no soy de llorar, pero días antes de mi marcha había momentos en los que lo pensaba y se me formaba cierto nudito en la garganta… ¿Qué pasará cuando tenga a todo el mundo alrededor y me pidan “que diga unas palabras”? Pues no lloré. Después de una mañana de locos en la que veía que ni siquiera el último día de trabajo me daba tiempo de acabar mis tareas (de hecho no me dio: un cajón y dos estanterías me esperan para ser vaciados), dieron las 2:30 y en la cocina se juntaron todos mis compis… Bueno, todos menos mi jefe, que justo en ese momento recordó que tenía que comprar los billetes para sus vacaciones de mayo… Y claro, pringó a mi amiga Rosa en ello… En fin, feos aparte, brindamos con vino y me regalaron unos altavoces flipantes para que la música de mi iPod suene a todo meter por toda la casa. Lo malo es que el aparatito está lleno de cables raros que no sé si seré capaz de conectar en su sitio correcto… Luego me habían preparado un picoteo y cerveceo en una taberna cercana. Una despedida agradable, cariñosa y divertida. Y alcohólica. Me subí al tren a las 19.35 camino de Córdoba en un estado ligeramente… ligero.

Fue llegar a Córdoba y montarme en un coche camino de Obejo. Obejo es el pueblo donde nació el padre de mi amigo Álvaro, mi amigo más viejo (no él, nuestra amistad), que aún recuerda la pota que eché cuando de pequeño me llevaron al citado pueblecito de Sierra Morena. Quizá algún vecino recuerde también aquel coche que pasó por en medio de la plaza principal llenito de… Bueno, pues esta vez, a pesar de mi miedo a repetir (me aseguré de llevar una bolsa en la chaqueta), no hubo espectáculo.

Paseos largos por el campo: nada menos que 10 kilómetros el sábado, sin darme cuenta… Me gusta el paisaje de la sierra cordobesa. De pequeño prefería el de la tierra de mi madre, Santander, esas cumbres azules y un verde de témpera en la yerba. El tiempo me ha ido haciendo disfrutar más con los perfiles suaves, las cumbres modestas y los horizontes abiertos. Hoy tengo la nariz ligeramente quemada y olor a carne de caza en los jerseys (que mañana sin falta debería lavar). Nos juntamos un buen grupo de amigos del colegio, cada uno con su historia, bien diferentes unas de otras. Elijo esta foto con Emilio y Cameron en primer plano y ese paisaje que tanto me gusta de fondo. No sé si resume algo. Creo que sí. Cierta ternura, amigos y alegría en el ambiente. Y además me acaba de recordar a cuando el padre de Emilio, mi amigo Álvaro, y yo, éramos así de pequeños.


Por lo demás, lo cierto es que tanta despedida el viernes (no pude resistirme y me dediqué a besar y abrazar a cada uno de mis compañeros, allí formados en corro, vaya papelón… pero me encantó hacerlo), tanta cerveza y tanto campo y reencuentro amistoso me impidieron darme cuenta de que empezaba lo que yo llamo “mi nueva vida”. Eso ha comenzado esta mañana… Y es otra historia, que desde que ha empezado suena a Tonight We Fly, la maravillosa canción de The Divine Comedy.

lunes, 7 de abril de 2008

Los domingos tienen que ser así

"LOS DOMINGOS TIENEN QUE SER ASÍ."
(Pablo, en la plaza del Dos de Mayo)

Uno se echa a la calle y nunca sabe dónde va a acabar… Y si hace sol, mucho menos. Ayer amanecí trabajando (cosas del desajuste que supone seguir currando con una nómina y empezar a hacer colaboraciones para la nueva vida) y luego me tocó ir al aeropuerto a recoger a Barry Gifford, del que mi editorial monta esta semana una presentación de su poemario Las cuatro reinas. Comí con él y luego, mira qué bien, quiso echarse una siesta a media tarde y me quedé libre. Aproveché para pasar por casa de Planetote y su perra Lula. Acabamos en la plaza del Dos de Mayo leyendo el suplemento de El País con un café con hielo en la mesa y toda la tarde por delante. Un placer.

Pero Madrid es como es, y cuando nos íbamos para casa cruzamos la plaza y… Al final nos juntamos con una pandilla extraña, tomando cervezas al son de unos platos (habían traído dos tocadiscos, un ampli y una mochila llena de viejos vinilos) y admirando cómo un tal Pablo, actor y camarero (claro), jugaba al fútbol con unas botas de tacón de infarto recién compradas en el Rastro. Los domingos tienen que ser así, decía. Mientras no te jodas un tobillo, genial, pensaba yo. Lo mejor fue cuando perdió uno de los citados tacones y la pandilla de niños de la plaza se lo trajo. Señor Gay, señor Gay, aquí está su tacón… Os lo prometo. Textual.

Cosas del buen tiempo y el buen humor.

Pero os he mentido. Lo mejor no fue eso. Fue el sol de última hora que hacía estallar las fachadas de Espíritu Santo. No cabía en la calle. Tuve que sacar el móvil y… Un sol fantástico. Va por vosotros.

viernes, 4 de abril de 2008

De segundo, tarta de queso

"DE SEGUNDO, TARTA DE QUESO."
(En el Mesón Asturiano, calle Argumosa, Madrid)

O Teoría (Frustrada) de los Big Bangs.

Un camarero puede alegrarte un día. Bueno, y una noche, pero eso es otro tema que no viene a cuento ahora. Tampoco es que tuviera yo el día torcido hoy, para nada, pero esto me lo ha hecho pensar el que nos ha atendido hoy en Argumosa, un tío con gracia que no se cortaba un pelo en cabrearse (pero sin el más mínimo asomo de mal rollo) porque una furgoneta metía el morro entre sus mesas al aparcar, piropear a una de las dos mujeres que se sentaron a nuestro lado (es demasiado guapa para ser su hija, yo creo que son lesbianas), o recomendarnos una tarta de queso como segundo que resultó ser una tortilla francesa con queso... La alegría de una comida en un mediodía de sol y filete con patatas. Con Roci, cuatro espinitas tiene mi cama y su amigo que venía de la piscina con una toalla-secante que me ha dejado perplejo.

A eso se añade que sunion30 me ha recordado (sin querer) una canción de Miguel Poveda que, Pi lo sabe, me acompaña y habla de mí desde hace años. Ahora suena de fondo mientras tecleo esto con la espalda bien recta al más puro estilo Amanda Gris.

Yo quería hablaros de Big Bangs que se rodean de otros Big Bangs, pero resulta que hoy 4 de abril parece verano, y no he podido... Qué sol...