miércoles, 20 de agosto de 2008

Traca final

Podría hacer una cuenta atrás para lo que me queda de vacaciones…

…pero no lo voy a hacer.

Porque cuatro días en Málaga y sus alrededores con Música y Planetote dan para mucho. Y es donde estaré hasta el domingo.

Porque me he guardado una buena cantidad de tardes en la hamaca para irlas gastando poco a poco en septiembre, octubre, noviembre…

Porque voy a seguir andando descalzo hasta que se me congelen los deditos.

Porque últimamente siempre estoy de buen humor, coñe.

domingo, 10 de agosto de 2008

Lugares perfectos para leer a Proust

El verano, entre otros lujos, es para eso, también. Para leer un clásico. El teléfono suena menos, mañana no tengo que empezar pronto a funcionar porque a las 12 tenga reunión, no he quedado por la tarde para ver “esa” película que pronto quitarán, no hay que darse prisa porque cierren el supermercado. Es en la lentitud del verano cuando estamos preparados para abrir las puertas a un clasicote.

Este año le tocaba a En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Y me he dado cuenta de que paseo el libro por la casa, buscando...

...lugares perfectos para leer a Proust:

En la hamaca, con un pie que cuelga y la cabeza apoyada en el borde de la dura tela. Con un suave mecerse. Escucho de lejos las tontas conversaciones en casa de Madame Verdurin y me sonrío.

Sentado en el borde de la piscina, con los pies en remojo. Se detiene Proust dibujándonos un arbusto cargado de flores y noto el fresquito de una descripción bien hecha.

Tumbado en el sofá estampado de flores y pájaros, en el salón de arriba. El ronroneo del aire acondicionado me atonta. Hay párrafos que me adormecen. Otros me hipnotizan. Párrafos en los que no ocurre absolutamente nada, como en esta tarde.

En el balancín que han comprado este año mis padres. Si le doy fuerte me mareo un poco. Perfecto para las partes más aburridas.

Recién desayunado, en el jardín de Lara. Ahí empecé a leerlo, eso de Durante mucho tiempo, me acosté temprano. Aunque ese jardín se merece su propia entrada. Mejor me callo.

Sentado en la hierba, con el periquito puesto. Me gusta el girar frenético del agua, esa manera lenta y efectiva de regar que utiliza mi padre cuando hace falta un extra para algunas zonas del jardín. Chorros que suben dos metros, agua que rebosa, gotas que llegan a mojarme los pies de rato en rato. No entiendo nada de física, no sé por qué sólo me mojo de rato en rato. Por un momento no sé si lo que veo es lo que leo.

domingo, 3 de agosto de 2008

Ése

ÉSE

El que empezó algo tarde, pero cuando llegó, apretó fuerte.

El de mis diez días en O Grove.

En el que aprendí a hacer cebiche.

El de los paseos por el Retiro a última hora de la tarde, cuando entras de día y sales de noche. La sombra densa de los senderos, ayudada por los aspersores que saltan a esa hora, baja la temperatura unos cuantos y fantásticos grados.

El del Limon&Nada con un toque de Hierbabuena. Lo mejor que ha pasado en el mundo del refresco en los últimos años.

En el que volví a saber que, cuando una historia no va a funcionar, hay que ingeniárselas para no pasar de la primera página. Y no estoy hablando de libros…

En el que empecé a tener cierta seguridad de que podía ganarme la vida por mi cuenta, sin oficinas.

El de los descubrimientos de bares impensables, con Planetote. Ese Griffin´s. Ese The Paso
En el que estuve bastante cibersuelto.

En el que me llamaron por teléfono para invitarme a dar unos cursos en Argentina y Chile el próximo octubre. Un inmenso regalo de Gachas.

El que me mostró mi patio de vecinos, paisaje diario, más vacío que nunca: apenas dos ventanas encendidas.

(Así tengo la nevera. Cuando me da por algo...)


Por algunas de estas cosas recordaré el verano del año 2008. Y las que vengan. Mañana me voy a Córdoba, mi refugio seguro desde que era pequeño. Luego a las playas de Málaga, a pasearme con Música y Planetote y tomar helado después de cenar.

Qué curiosa felicidad la del que no espera nada extraordinario.