jueves, 26 de noviembre de 2009

Aplausos en el aula

Ayer, al acabar la clase, aplaudimos al profesor.

El aula 133 de Puan suele estar ya sucia cuando llega la clase de las 9 de la noche. Las sillas, a lo largo del día, han ido tomando el lugar que el azar, las afinidades personales, las prisas y el desorden han querido darle. La pizarra acumula conceptos de semiótica a medio borrar, referencias bibliográficas y cuadros amputados. Yo ya no me acordaba de que el polvo de tiza crea un cerco blanco al pie de la pizarra, y que es muy difícil limpiarlo bien. No es extraño que en la mesa del profesor se dejen olvidadas botellas de plástico vacías y vasos de corcho manchados de café y leche en polvo.

Ayer, al acabar la clase, aplaudimos al profesor, y no recuerdo haber vivido ese momento nunca. Pregunto a algunos compañeros; ellos tampoco. No se trataba de la última clase del curso, ni de una conferencia especial. Era una sesión más con el profesor de todos los miércoles, Miguel Vitagliano, de Teoría Literaria III. Hablábamos de Bajtín, sus polifonías, los cronotopos. Yo no soy un hombre de teorías literarias, más de bien de prácticas. Me gusta leer, pero no suelo leer lo que otros dicen sobre el leer. Eso, hasta ahora. Me pregunto si en verdad lo de estudiar algunas materias de Letras y Edición era la excusa para venirme a vivir unos meses acá. Empiezo a creer que no.

Ayer aplaudimos porque, cuando alguien habla con pasión sobre un tema, surge el respeto. Vitagliano tiene actitudes de encantador de serpientes, eso lo supe desde la primera clase. Recuerdo mi época universitaria y recuerdo en ella interés, pero no pasión. Bibliografías que jamás se leían y esfuerzos por memorizar. Nada de eso vivo en estos días, sólo el gusto de conocer autores y miradas. Me llevaré muchas cosas de todo esto, pero una de ellas es la alegría de seguir descubriendo otras formas de leer. Ahora, cuando entro en una librería, se me van los ojos y los pies a las estanterías de filosofía y crítica. Si, como dicen las sinopsis horteras de películas, existen los viajes iniciáticos, debe ser algo de esto.

Ayer, al acabar la clase, aplaudimos al profesor, y ha sido una de las cosas más bonitas que me han pasado en estos meses que llevo en Buenos Aires.

9 comentarios:

Música dijo...

se de lo que hablas..., tenía en la facultad a un profesor que impartía "Teoría del conocimiento", apasionado en su materia al que era fácil aplaudir, en dos ocasiones ocurrió lo que cuentas pq "cuando alguien habla con pasión sobre un tema, surge el respeto", Me alegra tu experiencia (tenías que ir! jeje) y que vivan los viajes iniciáticos oportunos!. Un besazo

Pi dijo...

A mí me dan ganas de aplaudirte a tí porque te veo apasionado en tu stancia por ashá.
Corazón, estoy aprendiendo que la pasión es lo primero que hay que recuperar (y mantener) para salir de las crisis. Hay tanto de qué hablar...
Ya queda menos para que vuelvas y me contagies esas ganas de saber, qué guay!!!!
Siga escribiendo, joven.

Lara dijo...

ahora sí que te tengo envidia de la gorda


y muchas más ganas de verte

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Pues qué bien que tengas esos recuerdos, Antonia. Tenía que venir... jajaja

Pi, ve apuntando todo lo que me tienes que contar en enero. Porque se te va a olvidar, jujuju

Laralaritolara. No te debo un email. Te debo una novela.

Anónimo dijo...

He visto entrada con unos días de retraso. Me ha gustado. Me gusta mucho cómo escribes, cómo cuentas las cosas.
El único pero...es que escribes muy poco!!!

BEING BORING

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Pues es un honor que digas tú eso, BB. Y es verdad, debería escribir más... pero no sé cómo, se me va el tiempo.

Anónimo dijo...

querido mío, hoy compré -entre otros diez- un libro sobre el filosofar en una feria del libro al costado del museo de la nación y frente la biblioteca nacional. lima. ayer matriculé a nuestro torero indígena en una diplomatura en la materia...iniciar...estamos en eso...para ti, también un libro, que no pude evitar por nuestro primer viaje a la argentina...
bicos, si aún me los quieres...

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Querida cantaruxa,
Usted sabe que yo la quiero aunque me deje solo y nostálgico por los bodegones porteños... Qué va a ser, si el cariño es así. Largo.

Tiempo de inicios. Ganas de compartirlos.

Emilú Soares dijo...

Emilio, qué bonito, sí que es emocionante la clase de un profe con pasión. Yo tuve de eso también y lo echo de menos. Sí que existen los viajes iniciáticos.
¡Buen apetito!