domingo, 12 de octubre de 2008

Las escalas de Buenos Aires

Hay cosas de las que uno se olvida. Sólo volviendo a Buenos Aires he recordado lo que impresionó hace ocho años, cuando la visité por primera vez, la dimensión de sus portales. Y no sólo. Ocurre también al cruzar las avenidas, cuando uno se sienta en un café y mira los espejos que adornan las paredes, o al mirar a través de algunas ventanas. En Buenos Aires, la mayor parte de lo que te rodea está a una escala mayor. Ocurre con muchas cosas, ya digo, pero me gusta especialmente en los portales. Sobre todo en las zonas adineradas. Inmensas cristaleras. Espacios vacíos. Mucho mármol y mucho años 70. Telefonillos como extraños atriles de dorado brillante. Todo grande y excesivo. Y uno ahí, mirando, intentando entender algo.

No llevo aquí ni una semana, pero la sensación es de mucho tiempo. Cogí pronto el ritmo, y ahora escribo desde un pequeño estudio en el barrio de Palermo. La falta de un recepcionista, de unos vecinos que cambien cada noche, me hace sentir más cómodo, más aquí.

Tampoco recordaba el ruido excesivo de la ciudad. El tráfico. Sí la belleza de los argentinos, que salta en cualquier esquina. Lo mismo ocurre con la literatura. Es fácil acabar hablando de libros con el que te vende la empanadas (el primer día que llegué) o la señora que te alquila el piso (esta mañana). En las librerías siempre hay un chico entre los veintipocos y los treintaymuchos que te recomienda la novela bomba de los últimos años o te hace ver que lo que mejor se escribe ahora en este país es poesía. Esta ciudad despierta el ansia por leer.

Por primera vez viajo con trabajo en la mochila, de ése que se va a haciendo a ratos, y lo curioso es que más que pesarme, me aligera. Me produce una deliciosa sensación de inventarme una vida en otro lugar. Hoy pasé la mañana trabajando, y cuando salí, ya pasada la hora de comer (y muerto de hambre, por tanto), tenía las mismas ganas de tragarme la calle que siento cuando me ocurre lo mismo en Madrid.

Qué alegría más simple me da pasar el otoño en la primavera de Buenos Aires.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo podía ser en la SF: que sea primavera y otoño a la vez...

mil muaks, mil

chuikov dijo...

ainsss, que envidia

Pi dijo...

malditoooooo....

(dale un susto a Pauls de mi parte, jejeje)

La Pushy

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Qué cosas más bonitas me dices, anónima mía...

Hoy estuve hablando de Pauls, querida Pi. Me enteré de cosas suyas... y descubrí otro mito literario-sexual.

Anónimo dijo...

Alan Pauls (si es de él de quien habláis) me encanta, pero el mejor de ahora, para mi, es Piglia. Qué envidia, Fantástico, quien estuviese allí, contigo o sin ti. Aunque mi otoño sevillano se acaba de convertir desde hace días en otra primavera. O más bien en un monzón tropical. De los que terminarán doliendo, seguro, pero de los que te hacen sentir vivo.

Besos,

BEING BORING

Música dijo...

"Me produce una deliciosa sensación de inventarme una vida en otro lugar".....
caminando, siempre caminando...cómo lo haces???

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Por aquí, además de Pauls (Alan) y Piglia se van descubriendo nuevos grandes nombres a diario: Daniel Link, Fabián Casas, Cucurto... Esto es inacabable, Being. Como tu monzón... ¿por qué no lo iba a ser? Nunca se sabe.

No lo sé, querida Música. Será mi incapacidad total de aburrimiento.

Música dijo...

incapacidad buena la tuya...muchos puntos para el baremo! jajaja

Toshiaki dijo...

Qué idílico... Llévanos contigo!

Lara dijo...

Dios, qué envidia, repito, repito, pero no es para menos.

Tráenos libros, tesoros, autores, pero sobre todo: deja un poco de ti por allí!!

Un abrazo, E!!!

(Disfruté con tu mail como una enana, pero estoy esta semana que ardo y no he podido contestarte...)

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Dame una dirección y os mando mensajero para traeros para acá, toshi... Esto está que arde. No paro.

Me llegan noticias de tus cosas, Lara...

Planetote dijo...

Leido como estan las cosas por alli, te mando mi direccion quiero ser telemensajeado el primero....Avda de puerto Urraco, 2ª A, mandame el mensajero a esta direccion.
Es estupendo que ocurran cosas, como las que te estan pasanso,Mr Fantastico.
Lee, mucho.Goza mucho.Y vete por el lado salvaje.
Esto esta k arde?, cuenta, cuenta...

Música dijo...

eso, cuenta cuenta, por cierto, mi dirección es en Sotogrande pero como vengas...no vas a volver jamás...

Estupor dijo...

...aunque el otoño de Madrid me hipnotice, ya me gustaría ver en las ventanas de los bares "FELIZ OTOÑO" "FELIZ CADUCIDAD DE LAS HOJAS DE LOS ÁRBOLES"...celebrar las estaciones como hacen los orientales.
*
Hay una poeta joven argentina llamada Roberta Ianamico que me gusta mucho. Sus libros, sin ser de papel biblia, son delicadísimos: parece que se van a romper como la cáscara de un huevo recién cocido.

Estupor dijo...

El peinado

Pensé que era una mariposa
pero era
un pequeño murciélago azul
apareció de noche
mientras dormía
para que no me molestara
con su revoloteo
lo atrapé
lo puse abajo de la almohada
y seguí durmiendo
cuando me levanté
flor que me peinaba dijo
no te asustes
pero tenés en el pelo
un murcielaguito azul
era lo que temía
lo que quería evitar
pero estaba ahí
agarrado a mi pelo
como un broche lujoso.

ROBERTA IANNAMICO

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Apuntadas vuestras direcciones, queridos. Y nada concreto que arda y que haya que contar. Es todo, en general.

Muchas gracias por ese poema, querido y recuperado estupor. A esta chica no la tenía en mis descubrimientos. Acabo de leer varios poemas suyos en la red y es como dices. La añadiré a Fabián Casas, Francisco Garamona...

38 grados dijo...

Nene!! Ya veo que le estás sacando provecho a esas tierras.... Yo también quiero me lleves! soy un puro envidioso.

Apunta: Avenida de los Celos Ardientes 122

Un beso

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Cómo iban a ser de otro tus celos, 38 GRADOS... Ardientes!

Mónica Elisabeth Sacco dijo...

Buenos Aires parece tener la mala costumbre de pasarle por encima a los recién llegados, pero es nada más que la primera impresión. Después, la gente, los árboles, los cafés y las librerías de saldo vuelven a hacerte sentir como en casa, escuchando una lengua que casi parece la tuya, tengas la nacionalidad que tengas.
Es cruelmente bella, mi ciudad.Los extranjeros suelen amarla tanto que a muchos les resulta difícil dejarla. Como a mis abuelos. O mi viejo. O a mí.
Qué bueno que hayas estado.