Nochevieja fue encontrarse. Los amigos, con los años, se me fueron desperdigando por el mapa. En estos momentos, ese mapa sentimental llega hasta la selva peruana… Es cierto que en el dibujo han aparecido nuevos amigos, que hoy componen el perfil de mis días mejores, pero ¡ay! esa añoranza viva por lo añejo… Hay fiestas que se convierten en la mejor excusa para juntarse y convertir la nostalgia en pura vida, y la Navidad es una de las mejores. Esta
Nochevieja ocho amigos respondieron a la llamada. ¿Y si nos juntamos en el
Melero? El Melero es la casa que mis padres tienen en la sierra de
Córdoba, un caserón enorme y precioso en el que he pasado todos los veranos desde que tenía pocos años. ¿Os imagináis lo que es ver a tus amigos (meses sin encontrate con algunos de ellos) reunidos en la casa de los veranos de tu infancia?
La emoción se duplica. En esa casa, además, celebramos durante varios años las navidades más multitudinarias que en mi casa se han montado. Unas dieciséis personas durmiendo bajo el mismo techo, a las que a la hora de las comidas y cenas se juntaban otras tantas, no es moco de pavo navideño… Inevitablemente, la de este año me trajo a la memoria otras navidades...
Uf, esto empieza a parecer una bandeja de polvorones (por dulce y pesado). Lo importante es que alrededor de la chimenea nos juntamos este año
Sheahan y Steph con sus
Aira y Lucie;
Ainhoa y Alejandro con su perrita
Tuba;
Chus y Pi (
no me gusta el cardhu) con los pequeños
Nicolás y Alicia (y el peludo
Braulio);
Alberto y Maider con el bueno de
Mateo… Y por la noche se sumaron
Álvaro (mi amigo de siempre, mi compañero más viejo),
Nicole y Nacho (al que algunos conocéis como
chitón). Una pandilla de treintañeros llenos de niños, retos, perros, miedos, historias por contar, historias recordadas, fotos por hacer y demás zarandajas.
Lo más curioso de todo es que, ya veis, lo menos emocionante para mí fue la propia cena, con sus uvas y sus brindis. Lo mejor fueron los días previos, cuando iban llegando uno a uno, charlas improvisadas entre biberones y bajadas en coche a por los nuevos, las tardes antes de la fiesta con esas sillas mirando al sol, los días posteriores con los que se quedaron esperando un avión que perderían, las tertulias en medio de la siesta… Será que lo esencial no puede marcarse en el calendario.
Gracias a los que vinieron. Y a los que vendrán. Brindo por el 2008.

(En la foto faltan Chus y Nicolás. El primero aún no había llegado y el segundo jugaba...)