domingo, 28 de diciembre de 2008

Tres genios han muerto: Medem, Wong Kar Wai, Alberto García-Alix

Para mí, al menos por ahora, y si ninguna buena resurrección lo repara, se han muerto. Los pongo por orden de gusto personal y de descubrimiento del cadáver. Creo que aún no me he repuesto del disgusto que me supuso, aunque a él le siguieron las carcajadas, ver Caótica Ana, la última de Julio Medem, que desde aquel día pasó a denominarse para mí Caótica Caca o, en su defecto, Caótico Ano. Os lo prometo: me resulta difícil decir Caótica Ana, siempre me sale lo otro. Cuesta entender que el mismo que logró ese cuento contemporáneo de amor intenso como Los amantes del círculo polar, o la en muchos sentidos fantástica La ardilla roja, perpetrara un cúmulo de sandeces cursis y redichas como el de la citada caótica. Puestos a buscar razones, uno diría que tal vez es la implicación sentimental con la historia (se trata de un homenaje a su hermana muerta) lo que le impidió separarse de su obra y darse cuenta del despropósito. Pero algo le pasa a Medem. La pelota vasca, su incursión en el documental, no pasaba de ser un reportaje largo de Antena 3, con momentos de lirismo supuestamente más "de autor", que desgraciadamente, eran lo peor.


El mismo día de su estreno en España acudí contento a ver My Blueberry Nights, la última película de Wong Kar Wai (que es, por cierto, de 2007). In the mood for love es, a mi juicio, una película perfecta. 2046 puede pasarse de críptica y pretenciosa, pero me gusta que algo no acabe de convencerme por lo que le sobra, más que por lo que le falte. La inocencia bruta de Happy Together, la sorpresa de Chungking Express... y ahora esto, la aventura americana del hongkonés, del que uno podría pensar que ha llegado a la conclusión "EEUU = espectador retrasado". Claro que hay imágenes de enlace entre escenas que dejan sentir su firma, claro que el empleo de los temas musicales es interesante, pero por Dios, no nos cuentes de nuevo la road movie de dos chicas que se buscan a si mismas, ni lo del camarero ideal, ni la explosión dulce de los dulces yanquis... Me aburre y me entristece esta cinta. Ninguno de sus personajes pasa de la anécdota, ninguno trasciende la trama, ningún diálogo sorprendería en un anuncio de perfume...


El tercer ídolo roto, aunque éste no me ha supuesto tanta sorpresa, es Alberto García-Alix, del que aún se puede visitar una gran retrospectiva en el MNCARS. ¿Justifica la gran etapa artística de un autor todo lo que haga después? Visto lo visto, parece que sí. Toda la carne que se siente aún caliente al contemplar sus fotos de los 80 y 90, todos esos relatos mudos en blanco y negro, el escupitajo que muchos de sus retratos lanzan desaparece en su producción actual, que en algunos momentos se acerca peligrosamente a las ilustraciones de un libro escolar de religión (si es que aún existen). No basta con ponerle un titulo "profundo" a una foto para darle sentido. Su galerista, Juana de Aizpuru, estará encantada de que siga fotografiando, pero el arte sería más respetable si todo hubiese acabado a finales de los 90.


Me encantaría, os lo aseguro, ser testigo de la recuperación de estos tres maestros. Pero por si acaso, prefiero dedicarles más a tiempo a, por ejemplo, Lucrecia Martel, Rafa Cortés, Cesc Gay o Bleda y Rosa, por decir otros nombres...

sábado, 13 de diciembre de 2008

"Cerrar los ojos es perder" y Lisandro Aristimuño

Desaparecí durante un mes, es verdad, y no quise que así fuera, pero uno no siempre domina sus actos. Me costó volver, para qué voy a engañarme. Seguramente, seguro, un mes no es nada en 34 años, pero resultó que sí. Pasé dos semanas temblando de frío cuando regresé, con la ropa de invierno aún guardada en cajas y una sudadera gris como único abrigo. Luego arranqué, casi acabé un encargo de trabajo que tenía pendiente (el que empecé en ese departamentito de Palermo) y hubo unos días, pocos, de tranquilidad, hasta que me vi envuelto en un remolino de trabajos que me ha tenido abducido desde el 1 de diciembre hasta hoy, y ahí seguimos. Pero es sábado ahora, estoy un poco resfriado y hace frío, así que volví a mi Semana.

Y lo hago contándoos mi último descubrimiento musical. Es bonito eso de traerse cosas en la maleta e irlas descubriendo poco a poco. Me lo recomendaron con buen ojo varias personas que iban viendo mis gustos por allí por Argentina y Chile. "Te va a gustar Lisandro Aristimuño." Y me gustó. Bastante al escucharle en su myspace, pero le entendí bien en directo, la noche del 7 de diciembre en la Sala Costello. Se hace extraño ir a un concierto solo, pero no encontré a nadie que quisiera acompañarme, y esta vez sabía que no podía desaprovechar la ocasión por esa pequeña vergüenza que da verse uno entre pandillas y parejas. Le entendí bien, pero me cuesta explicar lo suyo.

Lisandro es un cantautor (si esto fuese el juego aquel del Quién es quién, aquí ya serían muchos los que habrían dejado de leer) que experimenta con los sonidos grabados de su propia voz creando hipnóticos loops, un buen letrista (Estoy cansado, pero no vencido. / Anestesiado, pero no dormido. / Estoy mareado, desaliñado, enamorado / del arbol caído) y, quizá ahí esté el punto diferenciador, tiene un fondo de música folclórica, de canciones que hablan de ríos, hornos de barro, tendales y montañas, de ritmos de fiesta patronal (aquí es cuando ya han caído casi todos en el jueguecito las caras) que para mí le hacen grande. Esto último fue lo que entendí bien esa noche, y lo que me hizo saber que ya me había enganchado. "Cuidado, te vas a enamorar de Lisandro... es casi inevitable", me advirtió Natalia G. No me enamoré, pero me inyectó energía encontrar una música que intuyo me acompañará tiempo. Por cierto, durante el mes de enero actuará varias noches en El Búho Real. Por allí estaré, claro. Aquí os lo dejo. Una en directo, que en Madrid sonó casi a ceremonia tribal, y un vídeo con una canción preciosa. Las tiene más urbanas y modernillas, pero son éstas las que más me emocionan. Si a alguno le gusta, yo que me alegro.






lunes, 10 de noviembre de 2008

Y Buenos Aires

Al final, la ciudad en la que más tiempo estuve, la que me hace sentir realmente cómodo (¿será por ese tópico tan repetido de que recuerda a París y Madrid?), la que sueño con habitar algún día, no encuentra su tiempo en La Semana Fantástica. A mi vuelta (el 2 de noviembre) pensé: mejor así, a esta ciudad le sienta bien la nostalgia, hay que escribirla de lejos. Pero no contaba con el frío que aquí me esperaba, y al que sólo al cabo de una semana me he podido acostumbrar. Me paralizó. Es jodido desayunar en chancletas y acostarse acurrucado en el edredón de plumas. Buenos Aires (Bs As, me gusta escribirla así, o Baires, como dice Natalia) se va quedando ahí debajo, día a día, en el recuerdo. Sólo un secreto diferencia ese aparente olvido del resto: una vez más volví con el deseo de regresar, pero no de viaje, sino un tiempo, algo largo… Y no soy de los que dicen eso cada vez que vuelven. No hay muchos lugares en los que quisiera vivir de verdad.

Aquí os dejo un paseo por Bs As. Lo demás, irá saliendo en conversaciones e historias, seguro.






Y un poco de humor, que no falte...






viernes, 31 de octubre de 2008

Córdoba, dos J y una Mona

Córdoba fue muchas cosas, cómo de otro modo, pero por encima de todo dos chicas con nombre que empieza por J, que conocí como "coordinadoraas" de este viaje y acabaron siendo amigas con derecho a carcajada. Ellas son otra prueba de que la seriedad en el trabajo es bien compatible con la broma y las risas, algo que siempre defendí en las oficinas que frecuenté en mi vida laboral. No haré aquí un excesivo elogio público, me da corte y a ellas supongo que también. Sólo quiero que se sepa que en Córdoba saben lo que hacen, son listos y se ríen mucho.


A mí me hacía mucha ilusión conocer otra Córdoba, mucho más grande (casi millón y medio de habitantes) y ruidosa que la mía, tan distinta. Literalmente tomada por estudiantes "del interior" (aquí, en Argentina, lo que no es Buenos Aires es el interior, algo un poco escandaloso y que dice mucho de cómo se entiende el país), con mucha música sonando en cualquier lugar y mucha cerveza cayendo en los vasos. Simpáticos, los cordobeses son un rato, con ese acento que uno detecta desde que se sube en el primer taxi que le trae del aeropuerto...

Poco sabía de esta ciudad antes de venir, pero Julieta me dejó una revista (Zona de Obras) en la que dedicaron un dossier a Córdoba, y ahí que me lo empollé. ¿Qué te apetece hacer en Córdoba?, me preguntaron. Cualquier cosa, pero hay una que me gustaría mucho... ¡ver a La Mona! La Mona es un cantante de cuarteto, ritmo canalla y verbenero de esta ciudad, que congrega cada fin de semana a miles de personas con tetra brik de vino en la mano y otras sustancias en el cuerpo. La Mona, Carlos Mona Jiménez, es un mito a la altura de un Raphael en España. Lo grande, grande, es que no sólo pudimos ver a La Mona: por las buenas mañas de las coordinadoras, nos colocaron EN EL ESCENARIO, sí, allí, detrás de los teclados y la batería, asomados por una puertecita. La Mona nos besó a la salida, nos invitó a cerveza, nos... Hay momentos en la vida de un hombre que ocurren cosas extrañas, que la realidad se da la vuelta y uno se cuela por una grieta. Fantásticos míos, acabé cantando con La Mona "Un ramito de violetas" ante 5.000 personas. Me salió flamenca, a lo Manzanita. Gracias a Dios yo no me escuché como deberieron escucharme aquellos enfervorecidos fans. Acto seguido, las dos J, Julia y Julieta, salieron a bailarse un cuarteto en medio del escenario.

Grande, muy grande. ¡Grosso!



domingo, 26 de octubre de 2008

Besos en Santiago de Chile

Llegué a Santiago de Chile un sábado y todo eran parejas que se besaban. Era sábado y era noche, no me extrañó demasiado. Al día siguiente, paseo dominical, el asunto tomó tintes dramáticos. El resto de la semana el síndrome continuó, alcanzando en lugares concretos (el cerro de Santa Lucía, los alrededores de Bellas Artes) la categoría de fenómeno paranormal. ¿Será que hay ciudades o sangres más dispuestas al achuchón? Desde luego que sí.

No acabé de entender Santiago. Claro que es una ilusión lo que un viajero siente a veces al marcharse de un nuevo lugar: que encontró las claves que explican sus rarezas, que llegó a entrever su alma, que acabó por no necesitar el mapa. Claro. Estuve en Santiago de Chile tres días y cuatro noches. Mi paseo partió de la sorpresa de descubrir un metro más propio de una aburrida ciudad noreuropea que del cono sur y acabó en la obsesión por ubicar desde cada rincón de la ciudad la cordillera de los Andes. No es lo mismo vivir en una meseta que en una urbe como ésta, a la sombra de montes que parecen el forillo de una ópera. Ese escape constante, esa fuga de la mirada hacia la cumbre tiene que servir de algo. Seguro.

Un patio de inspiración zen para mostrar tendencias de moda llegadas de Europa convive con familias que convierten las esquinas de los parques en el salón de su casa. Desenfado y griterío a dos metros de nostálgicos (muchos, muchos más de lo que pensaba) de la mano dura. Más de esa Latinoamérica que tenemos los españoles en la imaginación, en un escenario frío y cuadriculado, a la europea. No acabé de entenderla.

Me quedé con ganas de subir al cerro (al grande), de experimentar el recuerdo del terror en Villa Grimaldi y de recorrer más mapa, pero no había tiempo para más. Sí pude comprar unos libros que me habían encargado (¿por qué no permiten a los lectores adictos un bonus track de kilos en el equipaje de los aviones…?), cenar con Alejandro Zambra (en Liguria, un placer y un buen intento por su parte de explicarme qué es eso de ser chileno), conocer la marcha chilena y probar su pisco sour, que como me dejó claro Alejandro, es peor que el peruano.

Qué fantástico es sentir que el mundo es muy grande.

El metro.

El Mercado Central.

Samtiago desde el cerro.

Mi hotel.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Rosario y los clubs de pescadores

Rosario es una ciudad que es un río. Una ciudad que se abre a un río y un río que se bebe una ciudad de un solo trago. Después de unos días (que perecen semanas) en Buenos Aires, los cielos abiertos hasta el deslumbre de Rosario y la dureza marrón turbio del Paraná me sentaron bien. Fue bonito dar el taller allí: poco público, pero encantador y muy interesado. Un centro cultural inmenso (cómo iba a ser de otro modo en este país, que de nuevo me rompe las escalas) en el que nos refugiábamos entre revistas viejas y moqueta para hablar de revistas nuevas y pantallas. Un largo paseo con vistas al río lleno de pandillas adolescentes, parejas arruchándose, gente haciendo footing y un centro de arte contemporáneo lleno de colores.

Las ciudades son lo que hacemos de ellas, y yo con Rosario sé que acabaré por reducirla a un lugar: los clubs de pescadores. Plataformas de hierro y madera que cuelgan sobre el mar, para que los aficionados a la caña pasen las horas pendientes del hilo y luego, cómo no, rematen la faena comiéndose en días de fiesta una buena boga, un dorado o cualquier otro pescado del gran río. Ni el paso de gigantescos barcos de carga rompe la rutina del pescador. El Club Mitre, La Rosarina y otros más, lugares que, más que quedar congelados en el tiempo, han hecho de éste una medida propia. Ni el mejor director de arte podría acercarse a todo esto: faltaría esa mesa terriblemente fea, el anacrónico figrorífico, el plástico que sustituye al vidrio roto. Comer en uno de ellos es uno de esos lujos que no puedes medir, sólo disfrutar.

Ya me fui de Rosario. Ahora me dedicaré a recordarla viendo fotos.

Primer encuentro con el Paraná.



Paseo.



Pieles Federico. Escaparatismo bizarro.



A la salida del taller.



Club Mitre.



Paraná.



El MACRO.



Última planta del MACRO.



Un futuro bife de chorizo.



Parque España y sus columnas...



Club La Rosarina.



A mesa puesta en La Rosarina.




Cruzar los Andes.

domingo, 12 de octubre de 2008

Las escalas de Buenos Aires

Hay cosas de las que uno se olvida. Sólo volviendo a Buenos Aires he recordado lo que impresionó hace ocho años, cuando la visité por primera vez, la dimensión de sus portales. Y no sólo. Ocurre también al cruzar las avenidas, cuando uno se sienta en un café y mira los espejos que adornan las paredes, o al mirar a través de algunas ventanas. En Buenos Aires, la mayor parte de lo que te rodea está a una escala mayor. Ocurre con muchas cosas, ya digo, pero me gusta especialmente en los portales. Sobre todo en las zonas adineradas. Inmensas cristaleras. Espacios vacíos. Mucho mármol y mucho años 70. Telefonillos como extraños atriles de dorado brillante. Todo grande y excesivo. Y uno ahí, mirando, intentando entender algo.

No llevo aquí ni una semana, pero la sensación es de mucho tiempo. Cogí pronto el ritmo, y ahora escribo desde un pequeño estudio en el barrio de Palermo. La falta de un recepcionista, de unos vecinos que cambien cada noche, me hace sentir más cómodo, más aquí.

Tampoco recordaba el ruido excesivo de la ciudad. El tráfico. Sí la belleza de los argentinos, que salta en cualquier esquina. Lo mismo ocurre con la literatura. Es fácil acabar hablando de libros con el que te vende la empanadas (el primer día que llegué) o la señora que te alquila el piso (esta mañana). En las librerías siempre hay un chico entre los veintipocos y los treintaymuchos que te recomienda la novela bomba de los últimos años o te hace ver que lo que mejor se escribe ahora en este país es poesía. Esta ciudad despierta el ansia por leer.

Por primera vez viajo con trabajo en la mochila, de ése que se va a haciendo a ratos, y lo curioso es que más que pesarme, me aligera. Me produce una deliciosa sensación de inventarme una vida en otro lugar. Hoy pasé la mañana trabajando, y cuando salí, ya pasada la hora de comer (y muerto de hambre, por tanto), tenía las mismas ganas de tragarme la calle que siento cuando me ocurre lo mismo en Madrid.

Qué alegría más simple me da pasar el otoño en la primavera de Buenos Aires.

viernes, 3 de octubre de 2008

Hoy cumplo un año



Hoy hace un año que creé La Semana Fantástica. Como en tantas otras ocasiones y tantos otros temas, nos calentamos mutuamente Pi y un servidor, ¿a que no te haces un blog y…?, y así nacieron No me gusta el cardhu y su hermano semanal y fantástico. Fue una idea muy bonita, Pi. Muchas gracias por emborracharte conmigo.

Y no diré que se me ha pasado volando, porque no es verdad. Justo hoy, haciendo repaso, me doy cuenta de que no. Y de que, en parte, por eso me metí en lo de bloguear: para recordar mejor. Siempre he envidiado a la gente que sabe en qué año le pasó qué cosa. Yo soy incapaz.

Gracias a La Semana Fantástica sé que en un año me pasaron muchas cosas, muchas. Repaso textos y recuerdo mañanas con miedo a poner el pie en la calle, besos inesperados junto a una fuente, un viaje regalado al Caribe, intercambios de camisetas que nunca ocurrieron, un big bang que cambió mi vida, mañanas cocinando y tardes tristes de trabajo gris, Scott Matthew y la muerte de Cocó, nuevos blogs que nacieron para compartir aún más secretos con planetotes, chuikovs y cocacolas, martes complicados y Sacha, mi ahijado, la mayor alegría.

Y porque aparecieron Toshiaki, Sunion, 38 grados, Lara, martín, 4 espinitas, en bujca del tiempo perdido, cuatrocientos mares… y muchos otros.

Estoy contento porque cumplo un año, y porque sé por qué hago todo esto. Y porque me han hecho un regalo difícil de superar: a las 12 de esta noche cojo un avión que me llevará a Argentina y Chile durante un mes. Mejor os lo cuento ya cuando esté al otro lado del charco…

¡Brindo por vosotros!

lunes, 29 de septiembre de 2008

Siempre tan lejos. Ha muerto Cocó Ciëlo


En lunes como éste uno se hace mayor de pronto. Más aún. Una llamada telefónica a primera hora y la desidia de empezar la semana se convierte en tristeza. “Han matado a Cocó Ciëlo.” Todos los noctámbulos de Madrid la conocían bien. Formó un grupo mítico, Silvania, que murió y se reencarnó en Ciëlo, otra formación que yo adoro. Se ganaba la vida pinchando, y lo hacía como pocos: mezclando la hipnosis de ritmos electrónicos con melodías dulces y canciones. Canciones protagonizadas por personajes complejos. Recuerdo ahora un momento grandioso, la última vez que le vi pinchar, en Stardust, unos de esos segundos que se alargan por minutos, una transición entre dos temas con la sala iluminada en tenue, mil reflejos de bola en las paredes, gente que aprovecha para mirarse y mirar, y ella reinando con una gran canción escondida en la manga.

Cocó Ciëlo tenía fama de mala, algo que nunca entendí después de conocerla. Tomamos más de un café juntos y nos escribíamos a menudo. El luto en nuestros días incluye reencontrar viejos correos y conversaciones en el disco duro. “Mientras tanto, quizás sí debieras procurarte más fiestas, risas y momentos ligeros.” Sabiduría de lo frívolo. Defendía con naturalidad un amor sin géneros, que yo nunca entendí pero secretamente envidiaba. Siempre me pareció la más guapa de la fiesta.

Por terrible y violenta, su muerte se convierte en algo aún más inexplicable. Voy a intentar reírme para que no se enfade. Me gustaba ese genio suyo que escapaba por debajo del maquillaje. Defendía las noches mágicas, pero también las tardes. Su tema “Siempre tan lejos” contiene todo lo que me gusta en música: melodía sencilla, ritmo bailable, inicio retardado y habla de amor.

Siempre fue la más guapa de la fiesta.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Take a lover. Ha muerto Paul Newman


Ayer se murió Paul Newman, y no quiero ver más reportajes que nos cuenten que, además de estar bueno, era muy bueno porque estuvo casado con la misma mujer no sé cuántos años y porque colaboraba con varios proyectos altruistas. Ayer murió y no me da pena por él, sino porque de pronto parece que el color de algunos de mis recuerdos pierde un poco de contraste. Posiblemente era el más guapo. Aunque prefieras la belleza más ruda, como es mi caso, y entonces seas más de Gary Cooper. Aunque lo tuyo sean los rubios de mandíbula inabarcable, y te vaya más un Robert Redford. Da lo mismo. Cuando una concentración de belleza como la de Newman se marcha uno se apena, y se siente un poco bobo por ello.

Hay muchos Paul Newman, pero el que yo siempre recuerdo cuando oigo su nombre (que suena a falso, a perfecto, a sintagma del diccionario, a frase hecha: Paul Newman) es el Brick de La gata sobre el tejado de cinc. Esa película que vi cuando era un moco y entendí a medias, pero que me dejó extasiado. Posiblemente fue una de las primeras veces que relacioné el cine con el deseo carnal; pero no el que se produce entre los protagonistas, sino en la butaca. Cuentan que el director, Richard Brooks, pensaba rodarla en blanco y negro, pero que tanto azul pálido en ojos de Newman y violeta en los de Elizabeth Taylor le hizo cambiar de idea. Gracias a Dios que lo hizo.

Mi recuerdo de esa historia tiene dos momentos. El primero, el de esa tele de programación única que muchos recordamos. La que, cuando había buena película, te colocaban delante después de haberte bañado y colocado la bata de franela. En mi casa, las buenas películas siempre fueron algo sagrado. El segundo es de muchos años atrás, en versión original, solo ya en mi casa y descubriendo “la otra historia” que corre por debajo de esas discusiones matrimoniales entre Newman y Taylor, la que me hizo identificarme esta vez más con él que con ella, y no al revés, como supongo que me pasó de niño.

Creo que voy a verla por tercera vez, aunque quizá esto haga que me sienta un poquito más viejo, porque ya no habrá sorpresa, sino nostalgia. Pero lo haré, aunque sólo sea para volver a sufrir con ese take a lover que le suelta Newman a la deseperada y preciosa gata.



lunes, 15 de septiembre de 2008

Tenemos prisa

Ayer me di cuenta de que tenemos prisa por todo. Por que pasen las cosas y por que se acaben. Por salir de dudas. Se nos ha olvidado que perdiendo el tiempo aprendimos muchas de las cosas importantes que hoy sabemos.

Perdonadme, hoy no quiero ser muy concreto. Son cosas del verano, que aún está aquí, pero marchándose. Esta mañana subí las bicicletas del garage al cuarto de los trastos. Más tarde me tocará guardar el balancín. Doblar la hamaca. Y ya, por último, soltar la tortuga en la piscina. Menos mal que este año la hemos aprovechado hasta el último día y no ha habido que ver cómo el agua azul se iba volviendo verdosa poco a poco.

Ahora la tortuga nada feliz por un lugar cien veces mayor que el cubo en el que pasó los últimos meses y yo le doy vueltas a la idea de que tenemos prisa por todo. Y no deberíamos.

En el AVE de vuelta a Madrid, una pantalla me informa constantemente de la velocidad que llevamos. 260 km/h. Y a mí qué.

La tortuga de mi casa, en su primer baño de septiembre.

martes, 9 de septiembre de 2008

Me he enamorado. De Soko

Soko es francesa, tiene 21 años y una canción que desde hace dos días canturreo sin parar. Me bastó escucharla una sola vez para caer rendido a sus pies. Eso y ver una foto


o dos


para enamorarme de ella.

En la canción, I´ll kill her, Soko cuenta lo que se había imaginado que iba a pasar con el chico que le gusta. Cenar en el restaurante preferido de él, ése, el de al lado de su casa. Un cine. Conocer a sus padres y caerles bien. Hasta tener una niña juntos, llamada Susan y que naciese en Japón.

Pero él no sueña lo mismo, y pasa de llamar a la dulce Soko. Se ha ido con otra. Y Soko se va calentando mientras canta. La mataré, lo juro, la mataré. Ella robó mi futuro, rompió mi sueño. La mataré. Que sí, que lo hago…

Creo que nunca he sentido esa rabia hacia una tercera persona, pero debe de ser un alivio sentir tan claro dónde reside tu mal. La mataré. Qué desahogo.

Os presento a Soko.




I'll kill her


so, of course, you were supposed to call me tonight
you were supposed to call me tonight
we would have gone to the cinema
and, after, to the restaurant, the one you like in your street

we would have slept together, have a nice breakfast together
and then a walk in a park together, how beautiful is there!
you would have said "i love you" in the cutest place on earth
where some lullabies are dancing with the fairies

i would have waited like a week or two
but you never tried to reach me
no, you never called me back
you were dating that bleach-blonde girl
if i find her, i swear, i swear...

i'll kill her, i'll kill her
she stole my future, she broke my dream
i'll kill her, i'll kill her
she stole my future when she took you away

i would have met your friends, we would have had a drink or two
they would have liked me, 'cause sometimes i'm funny
i would have met your dad, i would have met your mum
she would have said "please, can you make some beautiful babies?"

so we would have had a boy called tom and a girl called susan, born in japan

i saw it was a love story, but you don't want to get involved
i saw it was a love story, but you're not ready for that ...

me neither. i'll kill her
she stole my future, she broke my dream
i'll kill her, i'll kill her
she stole my future when she took you away

she's a bitch you know, all she's got is blondeness
not even tenderness, yeah, she's cleverless
she'll dump your arse for a model called brendan
he will pay for beautiful surgery 'cause he's full of money

i would have waited like a week or two
but you never tried to reach me
no, you never called me back
you were dating that bleach-blonde girl
if i find her, i swear, you know, i swear, i swear ...

i'll kill her, i'll kill her
she stole my future, she broke my dream
i'll kill her, i'll kill her
she stole my future when she took you away
i'll kill her, i'll kill her
she stole my future, she broke my dream
i'll kill her, i'll kill her
she stole my future when she took you away

man, i told you, you know, if i find her,
i really, i, i mean, i'll kill her, for real!
it's like for sure, you have to know, uh,
i mean, you know, i can do it, man,
i'll kill her.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Las fotos mienten

Las fotos mienten. Y son peligrosas. Uno mira de reojo a cierta persona que apenas recuerda (el tiempo, la mala memoria fisonómica, la fugacidad de una noche) y el interior se le da la vuelta. Inocente, abre uno un libro que leyó hace años y encuentra esa imagen. Ésa.

Yo quiero hablaros de mis últimos días de vacaciones, que pasé en Málaga con Música y Planetote, a los que muchos de aquí “conocéis”, aunque sea sólo por sus comentarios (…he de deciros que muy, muy pronto, tendrán sus propios blogs…). Pero resulta que no lo hago porque no encuentro ninguna foto que resuma ni de cerca cómo lo pasamos. Y no será porque no tiramos de digital… Será que los desnudos playeros no lo permiten. Que la noche en Torremolinos es inenarrable, ni en imágenes. Que una mañana nos levantamos artistas y grabamos una sesión de videoclips que ya quisieran los de MTV. Que el mejor escondite para huir de la feria es la playa más apartada, ésa en la que sólo huele a los últimos espetos del día y a biznagas.

No hay foto que valga.

¿Y qué me decís de esa fotografía que le piden a uno desde el otro lado del charco para presentarse? ¿Cómo se resume uno en una imagen? Tengo serios problemas para mantener la cara quieta cuando veo una cámara: miro para un lado, hago una mueca absurda, me muevo, pongo la mano delante…

Hoy no me ayudan las fotos. Todo son fotos inútiles hoy.

Sólo se me ocurre poner esto para resumir cinco días de mamarrachadas varias y mucho, mucho mar.


Y es que resulta que en Málaga hay playas de verdad, no sólo de paseo marítimo con tiendas de flotadores y lista de espera para tumbarse.

Bueno, ésta también.


Feliz septiembre, fantásticos. Todo empieza de nuevo.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Traca final

Podría hacer una cuenta atrás para lo que me queda de vacaciones…

…pero no lo voy a hacer.

Porque cuatro días en Málaga y sus alrededores con Música y Planetote dan para mucho. Y es donde estaré hasta el domingo.

Porque me he guardado una buena cantidad de tardes en la hamaca para irlas gastando poco a poco en septiembre, octubre, noviembre…

Porque voy a seguir andando descalzo hasta que se me congelen los deditos.

Porque últimamente siempre estoy de buen humor, coñe.

domingo, 10 de agosto de 2008

Lugares perfectos para leer a Proust

El verano, entre otros lujos, es para eso, también. Para leer un clásico. El teléfono suena menos, mañana no tengo que empezar pronto a funcionar porque a las 12 tenga reunión, no he quedado por la tarde para ver “esa” película que pronto quitarán, no hay que darse prisa porque cierren el supermercado. Es en la lentitud del verano cuando estamos preparados para abrir las puertas a un clasicote.

Este año le tocaba a En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Y me he dado cuenta de que paseo el libro por la casa, buscando...

...lugares perfectos para leer a Proust:

En la hamaca, con un pie que cuelga y la cabeza apoyada en el borde de la dura tela. Con un suave mecerse. Escucho de lejos las tontas conversaciones en casa de Madame Verdurin y me sonrío.

Sentado en el borde de la piscina, con los pies en remojo. Se detiene Proust dibujándonos un arbusto cargado de flores y noto el fresquito de una descripción bien hecha.

Tumbado en el sofá estampado de flores y pájaros, en el salón de arriba. El ronroneo del aire acondicionado me atonta. Hay párrafos que me adormecen. Otros me hipnotizan. Párrafos en los que no ocurre absolutamente nada, como en esta tarde.

En el balancín que han comprado este año mis padres. Si le doy fuerte me mareo un poco. Perfecto para las partes más aburridas.

Recién desayunado, en el jardín de Lara. Ahí empecé a leerlo, eso de Durante mucho tiempo, me acosté temprano. Aunque ese jardín se merece su propia entrada. Mejor me callo.

Sentado en la hierba, con el periquito puesto. Me gusta el girar frenético del agua, esa manera lenta y efectiva de regar que utiliza mi padre cuando hace falta un extra para algunas zonas del jardín. Chorros que suben dos metros, agua que rebosa, gotas que llegan a mojarme los pies de rato en rato. No entiendo nada de física, no sé por qué sólo me mojo de rato en rato. Por un momento no sé si lo que veo es lo que leo.

domingo, 3 de agosto de 2008

Ése

ÉSE

El que empezó algo tarde, pero cuando llegó, apretó fuerte.

El de mis diez días en O Grove.

En el que aprendí a hacer cebiche.

El de los paseos por el Retiro a última hora de la tarde, cuando entras de día y sales de noche. La sombra densa de los senderos, ayudada por los aspersores que saltan a esa hora, baja la temperatura unos cuantos y fantásticos grados.

El del Limon&Nada con un toque de Hierbabuena. Lo mejor que ha pasado en el mundo del refresco en los últimos años.

En el que volví a saber que, cuando una historia no va a funcionar, hay que ingeniárselas para no pasar de la primera página. Y no estoy hablando de libros…

En el que empecé a tener cierta seguridad de que podía ganarme la vida por mi cuenta, sin oficinas.

El de los descubrimientos de bares impensables, con Planetote. Ese Griffin´s. Ese The Paso
En el que estuve bastante cibersuelto.

En el que me llamaron por teléfono para invitarme a dar unos cursos en Argentina y Chile el próximo octubre. Un inmenso regalo de Gachas.

El que me mostró mi patio de vecinos, paisaje diario, más vacío que nunca: apenas dos ventanas encendidas.

(Así tengo la nevera. Cuando me da por algo...)


Por algunas de estas cosas recordaré el verano del año 2008. Y las que vengan. Mañana me voy a Córdoba, mi refugio seguro desde que era pequeño. Luego a las playas de Málaga, a pasearme con Música y Planetote y tomar helado después de cenar.

Qué curiosa felicidad la del que no espera nada extraordinario.

martes, 22 de julio de 2008

Se nos quedan los horarios


Se nos quedan los horarios metidos en la sangre y la memoria. Estos días previos a las vacaciones los paso apurando trabajos (para poder hacer las maletas sin labores pendientes, que pesan más que las toallas), quedando con amigos que se despiden, rematando deberes que me impuse en primavera y perdiendo el tiempo. Todo junto. Una bomba.

Pero me llama la atención (la mía propia) la forma que toman a veces las nostalgias. Después de diez días fantásticos (ellos sí) en Galicia junto a mi querida cantaruxa y su restaurante, Xantar da Ría, no es sólo que eche de menos la brisa fría del mar, que sí, no sólo las historias de vecinos y panaderos, que también, no esa sorpresa diaria que mi prima gallega y su dulce cocinero ponían en mi plato, que por supuesto añoro cada mediodía y cada cena… La nostalgia que siento de Galicia tiene forma de horario. El de abrir el restaurante a las 12 y luego salir a hacer un recado. El del aperitivo y vuelta rápida. El de la siesta mientras hacen la caja y coge las gafas de sol que nos vamos a la playa a seguir durmiendo. El del comedor vacío a las 9 de la noche y la esperanza de verlo lleno. El de después, suelo fregado y cafetera bostezando.

Mis días en Madrid, los cotidianos, ocurren ahora en paralelo a otra historia. Sé que pronto se impondrán nuevos horarios. Pero también que estamos hechos de recuerdos así.

viernes, 11 de julio de 2008

Las bicicletas son para el verano

LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO

Hace ya dos veranos que me ocurre lo mismo: es el momento en que me monto en una bicicleta cuando me doy cuenta de que es verano. Ocurrió el año pasado en Suecia y ha vuelto a pasar, esta vez en unas playas con la misma tendencia al frío, pero mucho más cercanas. Las de mi querido O Grove, el pueblo gallego de la que aquí firma como Cantaruxa. Me gusta jugar con ella a que yo también conocí cuando estas rías eran un paraíso de playas desiertas y casas bajas de blanco y piedra (“es verdad, qué fuerte, cómo ha cambiado esto...”). Me gusta jugar a eso, y en playas escondidas como la playa de Esteiro es fácil. Allí, hace dos tardes, sólo estábamos la pareja que vive en una de las poquísimas casas que hay junto al mar y entre eucaliptos (y que tienen un San Bernardo precioso llamado Dalia), una señora preocupada porque su nieto no se comía el bocadillo (“se te va a juntar la merienda con la cena, y eso es muy malo”), Cantaruxa y yo mismo. Mientras la marea sube muy poco a poco se escucha chapotear algún pez que salta junto a la orilla. Hace calor. Las ramas de los eucaliptos chirrían al rozarse unas con otras. Por un momento siento que el aire se ha convertido en una gran masa de gelatina amarilla. Allí abajo, al fondo, estamos nosotros, como dos fresas dentro de una tarta transparente. La única obligación que tenemos es subir al sillín y volver a casa.

Las bicicletas son para el verano.

sábado, 5 de julio de 2008

Otro Orgullo

OTRO ORGULLO

Este año no me verán al pasar las carrozas… Bueno, más bien no veré pasar yo las carrozas, que uno es muy discreto en tales eventos (juas juas juas). Me refiero a las fiestas del Orgullo Gay, más conocidas como “el Orgullo”. Y no es que me encuadre entre aquellos que rechazan esta cita. Aunque no sea tampoco un abanderado del arco iris, siempre me lo he pasado bien en ellas. Pero este año he podido disfrutar a placer de los eventos entre semana (gracias a mi estado de freelanceo), que son mucho más accesibles y agradables, y he preferido cambiar la macromanifestación/desfile de culturismo/cabalgata por lo que ahora mismo me llena más de orgullo, que es mi ahijado Sacha, y para Córdoba que me he ido.

Además, tuve otra ración de mariconeo en Ávila el pasado sábado. Sí, sí, en Ávila. Allí, mi amigo Chus abrió hace meses el primer bar gay de la ciudad, el Culture Club, que recomiendo a todos los que quieran pasar una noche divertida en la ciudad de las murallas sin tener que escuchar más de diez veces Avemaríacuándoserásmía. Me cuentan mis corresponsales en la capital abulense (querida Cardhu y querido Chus) que por allí es difícil no ya encontrar un bar en el que pongan música poco comercial, sino música ¡en inglés! Fuerte, es fuerte. Pues eso, que mi amigo ha abierto un bar al que no sólo van gays y bolleras porque es su bar, sino gente cansada del Ave María de Bisbal (que no el de Schubert). Bueno, que se me va la historia. Dentro de los festejos del Orgullo abulense, la fiesta grande era en el Culture Club, claro, y allí que me fui con mi disco duro a pinchar temas y temazos. Se me hizo un pequeño nudito en la garganta al saber que a la fiesta la habían llamado “Revival Música Choni”. Que no es que yo vaya de dj divino que sólo pincha cosas raras, en absoluto, las pocas veces que lo he hecho ha sido para que la gente baile. Y pongo encantado un David Civera para ello. Pero de ahí al revival choni… Pues nada, todo arreglado combinando temas tipo (creo que no necesitan presentación),


con joyitas como este Blind de Hercules & Love Affair, uno de esos temas en los que bailar y tener la piel de gallina casan:


Ahora, mientras escribo esto, la Cibeles estará sudando partiéndose de risa al ver pasar tanta pluma y tanto tacón. ¡A disfrutar, gente! Este año me tocaba enorgullecerme de otra manera. Pero ¡que no pare la fiesta!

lunes, 30 de junio de 2008

Se lo tengo que contar a Sacha

SE LO TENGO QUE CONTAR A SACHA

Es curioso que el mismo día que Sacha llegó a España se jugase la semifinal de la Eurocopa. Es curioso porque España jugaba contra Rusia. Algún día se lo contaré. Se lo contaré y le enseñaré esta foto, en la que su madre, su padre y yo volvíamos de dar su primer paseo por Madrid, que fue por el Retiro.

Un jueves por la mañana, una caminata bajo la sombra de los árboles de un parque, uno puede llegar a sentirse el hombre más rico del mundo. Y le enseñaré que eso que se ve de fondo en la imagen es mi paisaje diario, lo que veo cada día al poner el pie en la calle. Sabrá que cuatro días después cientos de personas se bañaron en esa fuente, en una noche en la que ciudad no era de nadie, porque se la apropió todo el mundo. Puede que le cuente que ese quiosco es en el que todos los fines de semana bajo a comprar mis periódicos. Y que la noche anterior, mientras esperaba a que saliese por la puerta del aeropuerto, por un momento, deseé que no apareciese todavía. Una mezcla de temor ante lo que no entendemos y ganas de prolongar aún más ese momento tan dulce.

Ahora Sacha ya conoce la que será su casa toda la vida. Mi hermana dice que es muy feliz, pero que el más feliz de todos es él. Que pareciera que se le ha olvidado de un plumazo todo lo vivido hasta ahora. Puede que sí. A veces somos capaces de forzar nuestra memoria. Supongo que olvidar un año y nueve meses pasados sin pisar la calle es un ejercicio de redención inteligente.

Hoy Madrid ha vuelto a colapsarse. Un autobús lleno de futbolistas llegados de Austria me hizo recordar ciertas imágenes vistas en libros de Historia, con militares que regresaban de guerras vencidas. A mí no me gusta el fútbol, pero sí las sensaciones compartidas por miles de personas a la vez. Será por eso que me emocioné cuando vi esta imagen ayer noche. Y me acordé al momento de Sacha. Se lo tengo que contar algún día.


sábado, 28 de junio de 2008

Cerrado por ahijado

CERRADO POR AHIJADO

No es que aquella semana fantástica de canciones me haya dejado seco de ideas... Varios motivos me alejan de aquí estos días. He aquí uno, el más importante.

Mi ahijado, Sacha, recién llegado de Siberia. ¿Me lo como?


Estoy deseando contaros todo, pero ahora mismo no me da tiempo. Bueno, al menos veis en qué ando...

domingo, 22 de junio de 2008

La Semana Fantástica de La Semana Fantástica (y V)

MAGIA

No he cumplido mi palabra… Pero yo no vine aquí a encadenarme, sino a pasarlo bien con vosotros, ustedes me perdonarán… El viernes noche tuve la visita sorpresa de Pi, que compró billete Ávila-Café La Palma para el concierto de Egon Soda, un grupo del que yo sólo había escuchado en su coche una canción impresionante (recuérdame el título, cardhu). Y el sábado tuve que ir a comprarme las terceras bermudas del verano (hay que enseñar cacha ya) y alguna que otra historia que me impidió ponerme aquí delante. El verano y sus historias.

Eso me pasa por rebelarme contra mis propios principios. Sólo tenía una cosa clara cuando creé este blog: La Semana Fantástica nunca tiene 7 días. Porque se estira y se encoge según el estado de ánimo, y porque lo bueno no sigue reglas estrictas.

Acabo La Semana Fantástica de La Semana Fantástica con esta canción. Y si me lo permitís, se la quiero dedicar a alguien. A ese chico que una tarde se tumbó conmigo en la yerba. Luego se fue. Pero también es mágico equivocarse. Va por él y por todos los que son tan tontos que siguen confiando en la magia.

Magia
(Mentiroso Mentiroso, 2008; Iván Ferreiro)

jueves, 19 de junio de 2008

La Semana Fantástica de La Semana Fantástica IV

TÚ ME DEJASTE CAER

Ay, que se me pasaba el día sin poner canción… La culpa la tiene el verano, que parece que ya está aquí, y claro, las terrazas, beber latas sentados en una plazoleta, y luego un helado, y luego un paseo, y luego lo que salga.

Creo que está bien empezar el verano con una canción hortera. Una buena salsa. Desde que la escuché hace unos días se me quedó en la cabeza. Estaba la semana demasiado indie para mi gusto… Con todos ustedes, Daddy Yankee.

¡A bailar!


miércoles, 18 de junio de 2008

La Semana Fantástica de La Semana Fantástica III

DEL MONTÓN

Hay mucho de mí en esta canción.



Hay gente que baila. Unos pantalones verdes. Hay barbas. Flamenco. Una frase en la que se mezcla Franz Kafka y una tasca (qué arte). Dos que se pelean a bofetada limpia sin moverse del sitio (parece que lo han copiado de una bronca que tuve de pequeño…). Hay amor del montón. Gente que vuela. Ese acento de andaluz serio, lejos de gracias forzadas. Y una apariencia de felicidad musical que engaña: aquí se habla de ilusiones que se quedan en nada.

La canción se llama Del montón y es de Sr. Chinarro, un grupo con el que el pop español sube niveles de calidad…. ¡casi hasta Suecia!

martes, 17 de junio de 2008

La Semana Fantástica de La Semana Fantástica II

IF YOU EVER NEED A STRANGER (TO SING AT YOUR WEDDDING)

Hoy la cosa se va a Suecia. Suecia, donde estuve el verano pasado, en las preciosas playas del sur, en casa de Emmi. Gracias, Emmi. Yo no sabía que las suecas eran tan encantadoras hasta que te conocí.

Ya lo habréis escuchado mil veces, hay una turba de grupos de pop sueco independiente… Pues bien, Jens Lekman es uno de mis favoritos. El niño sueco de mis ojos. Y de todas sus canciones, me quedo con ésta.

If You Ever Need A Stranger (To Sing At Your Weddding)
(When I Said I Wanted To Be Your Dog, 2004; Jens Lekman)

If you ever need a stranger
To sing at your wedding
A last minute choice
Then I am your man
I know every song, you name it
By Bacharach or David
Every stupid lovesong
That's ever touched your heart
Every power ballad that's ever
Climbed the charts.

You think it's funny
My obsession with the holy matrimony
But I'm just so amazed to witness true love
And true love can be measured
Through these simple pleasures
They are waiting there for you
To be discovered.

I would cut of my right arm
To be someones lover
Maybe I'll meet her there tonight
At the wedding buffee
I walk up to her
When she's caught the bouquet
And oh, it's just like a whirlwind.

Aquí se la traduzco a los que no saben inglés. Traducción a mi manera, espero que nadie que sepa más se ofenda… Puede que meta la pata en alguna línea…


Si alguna vez necesitas a un desconocido (que cante en tu boda)

Si alguna vez necesitas a un desconocido
Que cante en tu boda
Un apuro de última hora
Soy tu hombre.
Me sé todas las canciones
De Bacharach o David
Todas esas tontas canciones
Que alguna vez te han tocado el corazón
Todas esas grandes baladas
Que reinaron en las listas de éxitos.

Te hace gracia
Mi obsesión por el santo matrimonio
Pero simplemente es que me asombra ser testigo del amor verdadero.
El amor verdadero puede medirse
Con estos simples placeres
Allí están, esperando
Que los descubras.

Me cortaría el brazo derecho
Por ser el amor de alguien.
Quizá la encuentre allí esta noche
En el banquete de boda.
Me acerco a ella
Cuando haya cogido el ramo
Y… es como un torbellino.

Desgraciadamente la canción no está en Youtube, sólo una versión… Conseguidla como sea (os pongo aquí otra para que veáis de qué va el Jens Lekman éste tan majo). La otra, la de la boda, es tristona, lenta, quejica, pero con un punto de ironía que la hace más inteligente. No me reconozco en esa obsesión por las bodas, no (a las últimas a las que he asistido me remito), pero me imagino perfectamente como el cantante de la orquesta, interpretando Reloj no marques las horas o Lo juro, lo juro, lo juro mirando a los ojos de la novia hasta que le cayese una lagrimita…

En lo que sí creo es en las canciones de amor. Que no es lo mismo que creer en el amor verdadero ni en todo lo que los boleros dicen. Creo en las sensaciones que transmiten. Y en que son el regalo más bonito que se le puede hacer a alguien a quien se quiere.