Llegué a Santiago de Chile un sábado y todo eran parejas que se besaban. Era sábado y era noche, no me extrañó demasiado. Al día siguiente, paseo dominical, el asunto tomó tintes dramáticos. El resto de la semana el síndrome continuó, alcanzando en lugares concretos (el cerro de Santa Lucía, los alrededores de Bellas Artes) la categoría de fenómeno paranormal. ¿Será que hay ciudades o sangres más dispuestas al achuchón? Desde luego que sí.
No acabé de entender Santiago. Claro que es una ilusión lo que un viajero siente a veces al marcharse de un nuevo lugar: que encontró las claves que explican sus rarezas, que llegó a entrever su alma, que acabó por no necesitar el mapa. Claro. Estuve en Santiago de Chile tres días y cuatro noches. Mi paseo partió de la sorpresa de descubrir un metro más propio de una aburrida ciudad noreuropea que del cono sur y acabó en la obsesión por ubicar desde cada rincón de la ciudad la cordillera de los Andes. No es lo mismo vivir en una meseta que en una urbe como ésta, a la sombra de montes que parecen el forillo de una ópera. Ese escape constante, esa fuga de la mirada hacia la cumbre tiene que servir de algo. Seguro.
Un patio de inspiración zen para mostrar tendencias de moda llegadas de Europa convive con familias que convierten las esquinas de los parques en el salón de su casa. Desenfado y griterío a dos metros de nostálgicos (muchos, muchos más de lo que pensaba) de la mano dura. Más de esa Latinoamérica que tenemos los españoles en la imaginación, en un escenario frío y cuadriculado, a la europea. No acabé de entenderla.
Me quedé con ganas de subir al cerro (al grande), de experimentar el recuerdo del terror en Villa Grimaldi y de recorrer más mapa, pero no había tiempo para más. Sí pude comprar unos libros que me habían encargado (¿por qué no permiten a los lectores adictos un bonus track de kilos en el equipaje de los aviones…?), cenar con Alejandro Zambra (en Liguria, un placer y un buen intento por su parte de explicarme qué es eso de ser chileno), conocer la marcha chilena y probar su pisco sour, que como me dejó claro Alejandro, es peor que el peruano.
Qué fantástico es sentir que el mundo es muy grande.
Un quinceaños y una «city» sin carnaval
Hace 19 horas
15 comentarios:
Qué gusto de lectura :-)
Si queda algo por entender, es bueno, ¿no? así toca volver a seguir descubriendo :-)
Gracias por los encargos cumplidos :) Si te cobran exceso de equipaje, me sentiré culpable y no tendré más remedio que invitarte a cenar...
Me temo que sí, que habrá que volver, como siempre, Nacho...
Haya o no haya exceso, acepto esa cena, elena!
Jajaja,te he seguido atentamente, e imaginandote, en tu recorrido por ese Santiago Parqanormal...rodeado de seres achuchandose por todas partes,jajaja, k mal, y tu seguramente, tendrias k colocartela, en plan carioca.
Me ha gustado lerte porque estaba recibiendo pocas noticias tuyas.
Aprobecha, k te kda ná.
Ché, pive ponte forro!!!!
Elena me invito a la cena.
Y es que no hace falta entenderlo..., sólo con sentirlo sobra, no?
Bonito tu post de Santiago de Chile. Ciudad propicia a los besos. Habrá que ir por tanto. Como decía Ángel Gonzalez hay luegares propicios al amor.
Saluditos.
BEING BORING
Tú sabes, mi amol, Planetote. Qué bien que vengas a la cena-elena!
Uno, que es así, cerebral, toshi, ya ves.
Gracias, Being. Escápate para allá cuando puedas...
besos y achuchones!!!, me encantan!, estoy loca por que nos demos unos pocos o unos muchos (o muchas con la leche de la paridad jajaja). que te quiero leche! q tengo ganas de ir a tu casa y que me llenes de viajes.
Por cierto, he hablado con Planetote que tenemos que grabar la segunda parte de vuestro video madonnero callejero por los madriles
Perdón una pregunta: ¿tú?¿sin mapa? (jijijijijiji)
Ay, Fantástico mío, qué falta que me haces. Vuelve ya, coño! que está nevando! grrrrrrrrr!
Claro, Música. Pero esta vez yo no hago de la Ciccione...
Yo te quiero mucho, Pi, pero ¡no quiero volver!
Vaya.
y...¿habrá que emigrar entonses...che? comensemos la migrasión sentimental: por deseo de ver un techo, las primaveras en los otoños y los besos en todas partes...si vos querés...yshoo quiero...bks
Me ha encantado.
Los besos son lo mejor.
Sin duda.
Mi cabeza es un puro exilio de ida y vuelta en estos momentos, anónima xantariega mía. sho también quiero, dale!
Aquellos besos, que ya no vuelven, convierten mi vida en algo raro... Canta Calamaro, y te lo dedico, contraportada ;-)
eso es lo que tu te crees que no vas a hacer de la Ciccone, te tengo la fusta y todo preparada raca raca!
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